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Número especial sobre toponimia


El problema de la toponimia es sin duda uno de los más espinosos de la traducción institucional. La aceleración de la vida internacional y la cobertura casi sofocante por parte de los medios de comunicación de la práctica totalidad de esa aldea global que habitamos ponen a prueba los reflejos y la memoria histórica de cada lengua para nombrar a los nuevos países y Estados (República Checa, Eslovaquia, países de la antigua Unión Soviética, etc.), haciendo posible, además, que dentro de una misma comunidad lingüística existan divergencias a la hora de denominar un país (e.g. Nueva Zelanda-Nueva Zelandia).

Así las cosas, el Grupo interinstitucional de la traducción española de la Unión Europea abordó a primeros de este año el problema de los topónimos, o para ser más precisos, el de la discordancia entre las diversas listas de países (OPOCE, Manual del traductor de la Comisión y Terminology Bulletin de las Naciones Unidas) utilizadas en los distintos servicios de traducción de la Unión Europea. La idea era unificar criterios y pasar a utilizar una única lista, fuera ésta la de las Naciones Unidas o una nueva elaborada por las instituciones, con el fin de proporcionar a los traductores de todas ellas un elemento homogéneo que facilitara su trabajo. Desde entonces, un grupo de trabajo formado por traductores y terminólogos de la Comisión ha estado preparando una serie de propuestas que han venido a concretarse en la versión española de una lista de países (con sus nombres usuales y protocolarios), capitales, gentilicios y monedas en las once lenguas oficiales, que será presentada al Grupo interinstitucional y que está a disposición de quien la solicite. Vale la pena recordar aquí, además de los trabajos citados, la lista sobre la antigua Unión Soviética, coordinada por Agustín Jiménez y elaborada por la Unidad de Terminología de la Comisión, y la lista de países que se utiliza en el Comité Internacional de la Cruz Roja, que también está a disposición de quien la solicite.

Por todo ello, creemos que es el momento oportuno para dedicar un número monográfico a recoger distintas opiniones sobre este tema y proporcionar elementos de reflexión, centrándonos por el momento únicamente en la toponimia de países y dejando abierta la posibilidad de dedicar un futuro número a la de ciudades. Los artículos que presentamos son muestra de la divergencia de las posiciones de partida, pero también dan cuenta del trabajo de documentación e investigación en que éstas se fundamentan. Resulta obvio que existe una polarización de posturas entre quienes, por un lado, defienden la utilización a pies juntillas de la lista de las Naciones Unidas y quienes, por otro, son partidarios de una castellanización más rigurosa y más acorde con el acervo toponímico español. Hemos intentado que aparezcan reflejados por igual ambos puntos de vista.

Esperamos que este número contribuya a clarificar suficientemente ambos puntos de vista y a fijar algunos criterios. Y, sobre todo, confiamos en que estas aportaciones no dificultarán la consecución de aquel objetivo eminentemente práctico que se planteó el Grupo interinstitucional, es decir, la tan necesaria adopción de una lista única para todas las instituciones. Por descontado y como siempre, las páginas de puntoycoma están a disposición de quienes quieran expresar su opinión sobre el tema.

PUNTOYCOMA

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